Ciudad Cárcel
Para quienes vivimos en la capital nos hemos ido acostumbrando a ver rejas por todas partes y en cada tienda de la esquina, en el comercio, en las carnicerías debemos tratar con el vendedor a través de enrejados.
Cada uno de estos pequeños comercios hacen estas construcciones después de un atraco, a ellos o a los vecinos, como la historia que contaremos en otro lugar. Muchos bogotanos sin embargo se preguntan que para qué hacer uso del derecho a las armas de defensa personal. El artículo que reproducimos apareció en el Tiempo el pasado 25 de agosto. Si embargo la alcaldía “sin indiferencia” es completamente indiferente…
Ciudad cárcel
Dos niveles de rejas y una alambrada con concertina protegen a los vecinos de este edificio de la zona del Parque del Virrey, en el norte de Bogotá. Una zona insegura por la cercanía del caño y la tupida vegetación, que muchos ladrones aprovechan para atracar y robar viviendas.
La estética de muchos barrios bogotanos está cambiando, y mucho.
El temor de los ciudadanos a ser víctimas de la inseguridad le ha venido dando a Bogotá, lentamente, una cara cada vez más agresiva en materia visual. Un viaje por esa ‘arquitectura’ del miedo.
Las alambradas, las rejas y las cercas eléctricas se han venido tomando a Bogotá a un ritmo en que muchas casas y edificios ya se parecen más a una cárcel de alta seguridad que un lugar de residencia.
Pero los bogotanos no están dementes. El robo a residencias es hoy, junto con el hurto callejero, la principal preocupación de las autoridades en materia delincuencial.
Hace pocas semanas, Andrés Restrepo, subsecretario de seguridad y convivencia ciudadana de la Secretaría de Gobierno, reveló que el robo a casas y apartamentos creció un 10 por ciento durante el primer semestre del 2007.
Pero tratando de proteger sus bienes, y también a sus seres queridos, los bogotanos han venido cambiando el paisaje de la ciudad con una serie de mecanismos de seguridad que le han dado a muchos rincones de Bogotá un ‘look’ bastante agresivo.
Alambradas tipo concertina y cercas eléctricas han empezado a ser parte del paisaje urbano. Y con ellos, ha llegado un cierto aire a ‘campo de concentración’.
No en vano Daniel Gómez, subgerente de Ferrol, la principal fábrica de alambradas tipo concertina en Bogotá y en el país, cuenta que en los últimos dos años su empresa ha duplicado su producción de este elemento de seguridad perimetral.
La mayoría de la gente no tiene dudas a la hora de elegir entre estética y seguridad.
«La seguridad está primero», dice Rosa María Velásquez, 68 años, habitante de una cuidada casa del barrio San Martín Norte, y sobre cuyas tradicionales rejas blancas hay ahora una tupida concertina.
«La pusimos -cuenta- porque en la casa de al lado se metieron los ladrones. Pero no me molesta tanto y así estamos más tranquilos».
Pero así como cada vez más bogotanos viven entre rejas, también crece el número de los que trabajan tras ellas.
Janeth Cruz (37 años), vendedora de un almacén de plásticos en la calle 67 con 20, atiende detrás de una enorme reja blanca que copa todo el frente de su local. Y pasa las mercancías por entre los barrotes, como si estuviera presa. Pero ella tampoco se queja.
«Mucha gente pone rejas como la nuestra para poder trabajar más tranquilos. Lamentablemente la inseguridad es muy alta y hay que protegerse», dice.
Así las cosas, las probabilidades de que la ciudad cárcel siga expandiéndose parecen altas.”
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Fuente: Nota de Archivo 13 de octubre de 2007
