Como “un paso histórico en la lucha contra el narcotráfico” calificó el Ministro del Interior la aprobación del proyecto de reforma constitucional para prohibir la dosis mínima. ¿Será que es tan ingenuo que está desinformado sobre la verdadera dimensión del narcotráfico, o que miente? “Esta es la ley para la familia colombiana”, dijo también, mientras celebraba el triunfo con el Ministro de la Protección y se refería al “drama silencioso que viven miles y miles de familias que tienen una persona enferma”. Ajá, por fin, una verdad: el drama silencioso de miles de familias. A riesgo de aguarles la celebración, quiero compartir los testimonios de dos enfermas que me pidieron escribir sobre sus dramas para acceder a los servicios de salud.
Primer drama: Hospital Santa Clara, Bogotá. Noviembre de 2009, a las 4 de la mañana, o para ser exactos, a las 4 de la noche, porque la noche es heladísima, especialmente para mi informante, una mujer con cáncer que necesita atención de un oncólogo. La señorita de la ventanilla le dijo que madrugara para sacar la cita. Lo que no le aclaró fue que debía quedarse a dormir en plena calle, porque cuando llegó, la fila ya era interminable. “Es una olla. De vez en cuando pasa un policía, pero lo que más hay es bazuqueros e indigentes con botellas de pegante”, relató. Por cierto, honorables senadores y ministros: ¿el bóxer se considera dosis personal?
Pero sigamos en la fila: viejitos con muletas, mamás con sus bebés, enfermos tirados en cartones y gente alentada, en busca de cita para un familiar que no puede levantarse de la cama.
Después de aguantar miedo y frío, por fin el hospital abrió sus puertas a las 6 y la fila continuó, al menos, bajo techo. A las 7, cuando mi informante llegó a la ventanilla, la misma señorita le dijo que las citas de oncología no las daban ese día, sino al siguiente. “¿Por qué me hizo venir, si usted es la que sabe?”, le reclamó la enferma. Y tanto ejerció su derecho al pataleo que la mandaron a hablar con la trabajadora social. “Tiene razón, pero yo no puedo hacer nada; es el sistema”, dijo la trabajadora. Lo bueno es que la enferma se enteró, porque en esas filas uno se entera de los dramas, pero también de ciertas soluciones del sistema, de que un señor vendía turnos a 10.000 pesos. (Lo vamos a llamar ‘el manicero’, porque, además, vende maní.) Así, volvió al día siguiente y, después de invertir en otro taxi y en comprar turno, logró la cita para dentro de un mes. De malas si no le cuadra el día o si se muere la víspera. Ya es suficiente pelear con el cáncer, para tener que pelear con el Sisbén.
Segundo drama. Hospital de Meissen. Esta informante, una anciana con hipertensión y diabetes, vive en La Flora, “casi llegando a Villavicencio”, según sus palabras. La han atendido en el Centro de Salud de La Uvita, pero el caso es delicado y la remitieron a un especialista. La primera vez llegó a las 5 a.m. y ya no había turnos. La segunda, a las 4, y tampoco. Las dos veces alquiló un taxi por 30.000 pesos, pues no hay otra forma de salir ilesa, a esas horas, de su barrio. Aún no tiene cita pero ella cree que “la tercera es la vencida” y planea salir a la 1 de la madrugada. Quizás deba fijarse bien para descubrir quién es ‘el manicero’, pues la televisión ha denunciado la venta de turnos y, seguramente en Meissen, también venden maní.
“El Estado se encargará de generar medidas pedagógicas, profilácticas o terapéuticas para los adictos”, aseguran los honorables senadores. Y tienen el descaro de decir que la reforma compromete al Estado a asumir el pago de esos tratamientos, siempre y cuando los adictos acepten. ¡Cómo no…! Hay que ser muy irresponsable para comprometer a un Estado que ni siquiera ha asumido el compromiso de atender a los enfermos de toda la vida. ¿Se imaginan esos tratamientos para drogadictos, con las trabajadoras sociales, los ‘maniceros’, los turnos y la dosis mínima de Ibuprofeno que, a duras penas, da el sistema a quienes sobreviven en sus filas?
Por:
Yolanda Reyes
Fuente:
http://lamovidaliteraria.blogspot.com/2009/12/proyecto-de-ley-con-el-que-prohibieron.html